Manzo pacificador

 

El mundo en el que vivimos ve la gentileza o una naturaleza amable como característica de alguien a quien se puede pisotear. Nuestro mundo enseña que tenemos que animarnos a tener una piel dura y no exponer nuestro lado amable porque si lo hacemos, podemos ser usados ​​y abusados ​​por los demás.

 

Con el tiempo y la experiencia de vivir en el mundo caído, se va construyendo una insensibilidad alrededor de nuestros corazones y podemos volvernos cínicos, cuestionar todos los motivos y volvernos duros.

 

Creo que la Biblia nos enseña a vivir con una narrativa diferente. Creo que la Biblia nos enseña a ser amables cuando es más fácil ser duro. Es más fácil ser duro porque nos atrapa la creencia de que ser duros, bruscos, groseros o distantes con los demás tendremos un escudo protector alrededor de nuestros intereses, emociones y sentimientos. Pero este escudo es una falsa protección, este escudo crea vacíos en nuestras relaciones y crea, más tensión que unidad.

Crea disensión, acusación y sospecha en lugar de paz.

 

Ser duro y de piel gruesa o insensible no protege nuestra forma de pensar. Muy al contrario, es una herramienta útil que al enemigo le gusta emplear para impedirnos ser y crecer en relación con los demás. Satanás ama mantenernos solos, aislados, no en comunidad, porque somos más vulnerables de esa manera.

 

Mientras más estudio sobre la mansedumbre, me doy cuenta de que la mansedumbre marca el comienzo de las relaciones, la unidad y la paz.

 

Filipenses 4:5-7: “Que vuestra mansedumbre sea manifiesta a todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada, sino que en toda situación, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

 

En todas las veces que he leído este pasaje no me he detenido a enfocarme en la palabra “mansedumbre”. Si mi gentileza, si tu dulzura es evidente para todos, significa que la mansedumbre emana de nosotros. No importa si alguien nos conoce por primera vez o nos conoce desde hace años, marcan nuestro carácter como amable.

 

Lo que me encantó de estudiar esta escritura es que muestra, que la mansedumbre y la paz de Dios están conectadas. “La paz de Dios guarda nuestros corazones y mentes” (vs. 7). Es la paz de Dios, el sentimiento y la sensación de plenitud en Él, lo que nos mantiene en calma, siendo más capaces de participar en unidad con los demás, en armonía y dulzura.

 

Mateo 5:9 dice: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. (NVI)

 

En las Bienaventuranzas, contenidas en el Sermón del Monte en Mateo 5, encontramos una lista de bendiciones que vienen como resultado de caminar con Él. Eres bendecido cuando puedes mostrarle a la gente cómo cooperar en lugar de competir o pelear. Ahí es cuando descubres quién eres realmente y cuál es tu lugar en la familia de Dios.

 

Tenemos la bendición de ser muestras de cooperación, de trabajar juntos en lugar de luchar unos contra otros y en lugar de hacer la guerra entre nosotros, hacemos la guerra contra el maligno que está obrando y tratando de destruir nuestra paz.

 

¿Por qué crees que la bendición de ser pacificador es ser llamado “hijo de Dios”?

 

Mi perspectiva es que somos, portadores de la imagen de Dios y como portadores de su imagen, debemos promover la paz.

Cuando abandonamos la competencia, nuestra agenda, nuestro esfuerzo

y dejamos de intentar demostrar nuestra valía, de actuar por conseguir amor y aceptación, porque ya sabemos quiénes somos, a quién pertenecemos y nos asentamos en la persona que Dios nos ha llamado a ser, ahí, encontramos la paz y la capacidad de ser amables con los demás.

 

Pertenecemos a Dios. El Rey Altísimo. Dios Todopoderoso es nuestro papá.

 

La paz como un río

 

La paz nos inundará cuando termine la persistente necesidad de aprobación. Cuando nuestros ojos se abran a la bondad de Dios hacia nosotros y a Su mansedumbre, nos humillaremos, con nuestras necesidades arrasadas por la inundación de su paz, preguntándonos ¿Cómo puede este poderoso Dios y Rey ser gentil, y amoroso con nosotros?.

 

Salmo 37:11 dice: “Pero los mansos heredarán la tierra y se deleitarán con abundante paz”. (CJB)

 

Los mansos son los que son fuertes, pero eligen la mansedumbre, no el poder. Los mansos se “deleitarán en abundante paz”. Que hermosa promesa es esta de la palabra de Dios. Nosotros, como hijos de Dios, podemos tener paz abundante, incluso en medio de los momentos difíciles, las luchas diarias, las depresiones, la inflación, las guerras y contiendas.

 

Los mansos y gentiles reconocen que, el poder es fugaz y no durará. Los mansos, en cambio, eligen invertir en relaciones que requieren mansedumbre porque la mansedumbre anuncia la paz, aunque no sea eso lo que el mundo enseñe. Porque para el mundo cuanto más controlemos más “paz” tendremos.

 

Los caminos del mundo siempre que los transitamos se nos quedan cortos una y otra vez. Por eso no nos satisfacen, porque están hechos para desear y anhelar más, aspirar a un “status quo” que no llega. Y mientras tanto Jesús tiene abundante paz, él es la plenitud en este mundo y en el venidero, porque Él es manso.

El conocimiento y seguridad de Su mansedumbre para con nosotros y el mundo, hace que nuestros corazones se transformen a Su semejanza.

 

¿Encuentras consuelo y alegría en esto? Yo, ¡Ciertamente lo hago!

 

Paso a paso que damos hacia Jesús me doy cuenta de que, Dios tiene reservado más para nosotros, a medida que nos volvemos más rendidos a Sus caminos. Esto es algo que me gustaría que guardaras para cuando estés en tu vida diaria. Antes de que nos separemos y volvamos a nuestra “programación regulada” de trabajo, familia, amigos y la lista de tareas pendientes, que debemos realizar, quisiera que hiciéramos esta oración.

 

Abba Padre,

Vengo ante ti Señor con un corazón de gratitud. Gracias Señor porque abundas en amor constante. Te agradezco que tu amor no se base en parámetros humanos. Te agradezco que seas amable con nosotros, tus hijos.

 

Padre, hoy pido una bendición sobre mis hermanos y hermanas en la fe que están leyendo este artículo. Oro para que el corazón de cada uno se acerque más a ti hoy. Ruego porque la vida de cada uno cambie al darse cuenta de la magnitud y profundidad de tu amor y dulzura.

 

Dios, oro mientras experimentamos tu amabilidad hacia nosotros para que a su vez seamos amables con los demás. Oro para que otros lleguen a conocerte, porque sienten tu dulzura a través de nosotros. Y que la paz, tu paz abundante, sea la bendición que brota de los corazones de paz mientras nos mantenemos firmes en la promesa de tu palabra. Derrama tus bendiciones, Señor. Derrama tus bendiciones de paz sobre todos nosotros. En el fuerte nombre de Jesucristo. ¡Amén y amén!

 

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Transcrito por Carola Peréz-Vera